Un volcán, un laboratorio y una señal de advertencia
En 1958, en lo alto del Mauna Loa, un volcán dormido en Hawái, se instaló un observatorio destinado no a mirar las estrellas, sino a observar la atmósfera. El científico Charles David Keeling comenzó a registrar de forma constante los niveles de dióxido de carbono (CO₂) en el aire. Cada día, cada mes, cada año. Aquellas mediciones se convirtieron en la famosa curva de Keeling, la primera evidencia visual y continuada del aumento del CO₂ atmosférico.
Por entonces, el mundo era otro: menos de 3.000 millones de personas, un PIB global seis veces más pequeño que el actual, y una industrialización que ya había echado raíces, pero aún no mostraba su impacto ambiental más agresivo. En 1958, los niveles de CO₂ eran de 315 partes por millón (ppm). Hoy, superan las 422 ppm.
Fuente: NOAA – Mauna Loa Observatory
La curva ascendente de esas mediciones no se detuvo. Lo que comenzó siendo un experimento atmosférico terminó convirtiéndose en una evidencia innegable del cambio que estaba en marcha.
2024: el año con más emisiones registradas
En 2024, el planeta alcanzó una cifra histórica: 37,8 gigatoneladas de CO₂ emitidas por actividades energéticas. Es el máximo jamás registrado.
¿Qué significa eso en términos reales?
- 1 gigatonelada = 1.000 millones de toneladas.
- En total: 37.800 millones de toneladas de CO₂.
- Eso supone más de 4 toneladas por persona en la Tierra.
- Equivaldría a una caravana de casi 1.000 millones de camiones si se intentara transportar físicamente.
Las cifras hablan por sí solas. El volumen de emisiones no es solo resultado del crecimiento industrial, sino también de una inercia global basada en combustibles fósiles: petróleo, carbón y gas natural siguen siendo la columna vertebral energética del planeta.
Un planeta más cálido: no en teoría, sino en hechos
Desde los años 80, cada década ha sido más cálida que la anterior. Y 2024 cerró como el año más cálido jamás registrado desde que existen mediciones fiables, superando incluso el récord de 2023. Ya no hablamos de décimas de grado en gráficas: hablamos de impactos visibles, medibles, vividos.
¿Dónde se nota?
- Olas de calor de más de 45 °C que afectaron a ciudades de España, Italia, Grecia y el suroeste de Estados Unidos.
- Incendios de 2023 en Canadá, que arrasaron más de 18 millones de hectáreas —una superficie equivalente a todo el territorio de Uruguay— y liberaron más de 2.000 millones de toneladas de CO₂ a la atmósfera.
- Colapso de los glaciares en la Antártida Occidental, donde bloques de hielo del tamaño de Londres se desprenden hacia el mar.
La temperatura del océano también ha batido récords. En el verano de 2023, el Atlántico Norte registró aguas más cálidas que nunca. En el Caribe, esto provocó blanqueamientos masivos de coral, alterando hábitats de miles de especies marinas y poniendo en riesgo ecosistemas completos.
Fuente: NASA – Climate Evidence
Ecosistemas al límite: lo que ya está ocurriendo
Los llamados sumideros naturales —bosques, océanos, suelos— han sido esenciales para absorber parte del CO₂ que emitimos. Pero su capacidad está disminuyendo. Y en algunos casos, está invirtiendo su papel.
El Amazonas: de pulmón verde a emisor neto de carbono
Durante décadas se llamó al Amazonas «el pulmón del planeta». Y no era solo una metáfora: absorbía anualmente más de 1.000 millones de toneladas de CO₂. Pero estudios recientes muestran que algunas regiones del Amazonas brasileño ya emiten más carbono del que capturan.
¿Por qué ocurre esto?
- Deforestación para agricultura intensiva: Cada año se pierden miles de hectáreas para ganado y soja.
- Incendios provocados o mal gestionados: Las quemas liberan carbono almacenado durante décadas.
- Sequías más prolongadas y frecuentes: Los árboles estresados absorben menos CO₂ y muchos mueren.
- Efecto cascada: Menos bosque → menos lluvia → más sequía → más incendios → menos absorción.
Esto no solo afecta al clima global: afecta a las lluvias locales, a los cultivos, a los ríos, a las comunidades indígenas que dependen de los ciclos del bosque para sobrevivir.
«Antes sabíamos cuándo plantar y cuándo cosechar. Ahora el clima se volvió loco. No hay ritmo.»
— Mujer indígena del estado de Pará, Brasil (entrevista 2023)
Canadá: cuando los bosques arden durante meses
En 2023, Canadá vivió la peor temporada de incendios forestales de su historia. Los fuegos comenzaron en primavera y continuaron hasta el otoño. Más de 18 millones de hectáreas fueron arrasadas. El humo cruzó fronteras y oscureció el cielo de ciudades como Nueva York, Toronto y Chicago durante días.
Aquellos incendios liberaron más de 2.000 millones de toneladas de CO₂, el equivalente a las emisiones anuales de un país como España. Los bosques boreales, que antes actuaban como sumideros de carbono, se convirtieron en fuentes masivas de emisiones.
Océanos: el gran amortiguador al límite
Los océanos absorben más del 90% del exceso de calor que generamos. Esto ha protegido la superficie terrestre de un calentamiento aún mayor, sin embargo, ha tenido un coste oculto y acumulativo.
¿Qué está ocurriendo bajo la superficie?
- El nivel del mar sube: No solo por el deshielo, sino porque el agua más caliente ocupa más volumen (expansión térmica).
- El agua se acidifica: Al absorber CO₂, el océano se vuelve más ácido, lo que daña corales, moluscos, crustáceos y peces juveniles.
- Disminución de oxígeno: Grandes zonas de mar se convierten en «zonas muertas» sin suficiente oxígeno para sostener la vida.
En el Golfo de México, por ejemplo, cada verano se forma una de estas zonas muertas. En 2023, alcanzó una extensión de más de 10.000 km², un área comparable a toda la provincia de A Coruña.
Mares más cálidos, especies desplazadas
El calentamiento de los océanos no solo afecta a la química del agua: está redistribuyendo la vida marina. Especies que antes habitaban aguas tropicales ahora se encuentran en latitudes más altas. Y esto tiene consecuencias visibles también en las costas europeas.
En el Cantábrico: La carabela portuguesa (Physalia physalis), una medusa tropical altamente urticante, ha comenzado a aparecer con frecuencia en las playas del norte de España. Antes era un visitante ocasional; ahora es habitual en verano. Su presencia indica que las aguas superficiales se han calentado lo suficiente como para que esta especie sobreviva y se desplace hacia el norte.
En el Atlántico Norte: El pulpo común (Octopus vulgaris), tradicionalmente asociado a aguas mediterráneas y del sur de Europa, ha sido avistado cada vez más en las costas de Gran Bretaña e Irlanda. Pescadores británicos reportan capturas de pulpo donde antes era impensable encontrarlo. Este desplazamiento hacia el norte es una señal clara del calentamiento de las aguas atlánticas.
En el Mediterráneo: El mar Mediterráneo, uno de los que más rápido se calienta del planeta, está experimentando cambios profundos. Especies invasoras tropicales como el pez león y el pez conejo han colonizado zonas antes inhóspitas para ellas, compitiendo con especies autóctonas. Además, eventos de mortalidad masiva de praderas de posidonia —el «pulmón» del Mediterráneo— se han registrado en veranos especialmente cálidos, con temperaturas del agua superando los 28-30 °C durante semanas.
Estos cambios no son anecdóticos: alteran las cadenas alimentarias, afectan a la pesca, modifican ecosistemas que han funcionado durante milenios.
Actividad humana: un efecto innegable
Podemos pensar que el clima siempre ha cambiado. Y es cierto. Ha habido eras glaciales, períodos cálidos, variaciones en la órbita terrestre. Pero la velocidad y magnitud del cambio actual no tienen precedentes desde hace millones de años.
Desde la revolución industrial, la humanidad ha quemado combustibles fósiles sin descanso. ¿Resultado?
- En 2024, se emitieron 37,8 gigatoneladas de CO₂, el máximo histórico.
- El transporte, la producción de energía y la industria pesada concentran la mayor parte de esas emisiones.
- Solo 100 empresas de combustibles fósiles están vinculadas al 71% de las emisiones industriales de gases de efecto invernadero desde 1988.
¿Qué significa eso de «100 empresas»?
El informe Carbon Majors Report, publicado por CDP en 2017, analizó las emisiones vinculadas a la producción de combustibles fósiles desde 1988. Los datos son contundentes: solo 100 entidades —entre compañías estatales y privadas— son responsables del 71% de las emisiones industriales de gases de efecto invernadero en ese período.
¿Quiénes son?
- Compañías petroleras: Saudi Aramco, ExxonMobil, Shell, BP, Chevron.
- Industria del gas: Gazprom, Pemex, Sonatrach.
- Empresas del sector carbón: Coal India, Peabody Energy, empresas estatales chinas y rusas.
La mayoría son empresas estatales, pero las privadas también concentran una parte significativa. Y todas comparten algo: extraen, refinan y venden los combustibles fósiles que alimentan la economía global.
Esto no significa que los consumidores no tengan responsabilidad. Pero sí muestra que la estructura energética global está concentrada en un número reducido de actores con enorme poder económico y político. Y que cualquier transición energética real debe pasar por regulaciones, desinversión y cambios estructurales, no solo por decisiones individuales.
El Panel Intergubernamental sobre Cambio Climático (IPCC) afirma que es «inequívoco» que las actividades humanas —principalmente la quema de combustibles fósiles— son la causa dominante del calentamiento global desde mediados del siglo XX.
La correlación entre el aumento de las emisiones humanas y el aumento de la temperatura global es directa y está ampliamente documentada. Aunque existen factores naturales (erupciones volcánicas, variaciones solares), ninguno explica por sí solo la magnitud y velocidad del cambio actual.
Fenómenos meteorológicos extremos: la nueva normalidad
El clima extremo ya no es una anomalía. Se está convirtiendo en la norma. Los eventos que antes ocurrían una vez cada cien años, ahora se repiten cada década. O cada pocos años.
DANA de Valencia (octubre 2024)
En octubre de 2024, una Depresión Aislada en Niveles Altos (DANA) provocó lluvias torrenciales en la Comunidad Valenciana que dejaron un balance devastador. En algunas zonas se acumularon más de 400 litros por metro cuadrado en menos de 24 horas, el equivalente a varios meses de lluvia concentrados en un solo día. En localidades como Turís se registraron hasta 771 litros por metro cuadrado, un récord histórico en España.
Las inundaciones arrasaron pueblos, destruyeron infraestructuras, arrastraron coches y dejaron a miles de personas sin hogar. El balance humano fue devastador: 237 víctimas mortales, convirtiéndola en una de las catástrofes naturales más mortales de la historia reciente de España.
La DANA no es un fenómeno nuevo en el Mediterráneo español. Pero su intensidad, duración y el volumen de agua caída sí son inusuales. Los científicos señalan que un aire más cálido retiene más humedad, y cuando se dan las condiciones atmosféricas adecuadas, esa humedad se descarga con una violencia sin precedentes.
Incendios forestales en España (verano 2025)
El verano de 2025 fue uno de los más duros en términos de incendios forestales en España. Las altas temperaturas, la sequía acumulada de años anteriores y los episodios de viento intenso crearon las condiciones perfectas para que el fuego se propagara con rapidez.
Galicia, Castilla y León, Andalucía y Cataluña sufrieron grandes incendios que arrasaron miles de hectáreas de bosque, monte y cultivos. Pueblos enteros fueron evacuados. Bomberos y efectivos de emergencia trabajaron sin descanso durante semanas.
Lo más preocupante no es solo la extensión de los incendios, sino su comportamiento. Los llamados «incendios de sexta generación» —fuegos tan intensos que generan sus propias tormentas de fuego— se están volviendo más frecuentes. Avanzan más rápido, son más impredecibles y más difíciles de controlar.
Pakistán bajo el agua (2022)
En 2022, Pakistán sufrió lluvias monzónicas tan intensas que un tercio del país quedó bajo el agua. Más de 33 millones de personas fueron afectadas. Miles de pueblos quedaron aislados. Cultivos enteros se perdieron. Las imágenes satelitales mostraban lagos donde antes había campos y carreteras.
La ciencia atribuyó parte de la intensidad del fenómeno al cambio climático: un aire más cálido retiene más humedad, y cuando llueve, llueve con más violencia.
Ciclón Freddy: el más duradero jamás registrado (2023-2024)
El ciclón Freddy azotó Madagascar y Mozambique durante más de un mes, uno de los ciclones tropicales de mayor duración jamás registrados. Destruyó pueblos, inundó ciudades, desplazó a miles de personas.
La ciencia no puede atribuir cada fenómeno al cambio climático. Pero sí puede decir que el calentamiento global aumenta su intensidad, frecuencia y duración. Los océanos más cálidos actúan como combustible para los ciclones, haciéndolos más poderosos y prolongados.
¿Es el ser humano responsable del cambio climático?
Sí. Y la ciencia lo confirma de forma rotunda.
El IPCC, que reúne a miles de científicos de todo el mundo, afirma que es «inequívoco» que las actividades humanas son la causa dominante del calentamiento global observado desde mediados del siglo XX.
La correlación es clara:
- A más emisiones de CO₂, más concentración atmosférica.
- Mayor concentración atmosférica, más retención de calor.
- Cuanta más retención de calor, más temperatura global.
- Al aumentar la temperatura global, más fenómenos extremos.
Aunque existen factores naturales que influyen en el clima (erupciones volcánicas, variaciones solares, ciclos oceánicos), ninguno explica por sí solo la magnitud y velocidad del cambio actual. La única variable que coincide con la curva de calentamiento es la actividad humana.
Una mirada larga
Han pasado casi 70 años desde que comenzamos a registrar los niveles de CO₂ en la atmósfera. Durante ese tiempo, hemos multiplicado nuestra capacidad tecnológica, productiva, científica. Y también nuestro impacto.
Hoy no se trata de luchar contra el planeta. Se trata de decidir qué tipo de relación queremos mantener con él.
La historia del cambio climático no es solo una historia de emisiones y datos. Es también una historia de decisiones: decisiones políticas, económicas, personales. Decisiones que tomamos cada día sobre cómo producimos energía, cómo nos movemos, cómo construimos, cómo consumimos.
No hay soluciones inmediatas. Pero sí hay caminos posibles. Y todos empiezan con un gesto muy sencillo: mirar, comprender, no rendirse al cinismo.
El cambio climático no es inevitable en su peor forma. Aún tenemos margen para limitar el daño, para adaptarnos, para cambiar de rumbo. Pero ese margen se estrecha cada año. Cada décima de grado importa. Cada tonelada de CO₂ no emitida, suma.
Este 24 de octubre no es una conmemoración. Es un recordatorio silencioso: aún estamos a tiempo, pero el reloj no se detiene.
Fuentes y referencias actualizadas
- NOAA – Datos atmosféricos de Mauna Loa
- NASA – Evidencias del cambio climático
- IPCC – 6º Informe de Evaluación (AR6)
- IEA – Global Energy Review 2025 (datos 2024)
- Global Carbon Project – Carbon Budget 2023/2024
- WRI – Forest Carbon Sink Shrinking
- UN – What Is Climate Change
- ESA – El Amazonas como emisor neto
- CDP – Carbon Majors Report

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